Habíamos hablado de matrimonio, pero nunca se había dado la petición formal. Como cada verano, fuimos a Isla Negra, esta vez con visita a la Casa de Pablo Neruda. El recorrido fue inspirador, cargado de poesía y simbolismo.
Al llegar a la tumba donde descansan Neruda y Matilde, Luis desapareció por un momento. Me senté a contemplar el mar. Al volver, me tomó la mano y caminamos hasta la tumba. Me dijo que seguramente se habían amado mucho para terminar juntos hasta la eternidad. Nos besamos, y mientras yo giraba feliz con los brazos abiertos, él se arrodilló, me tomó la mano y dijo:
“¿Quieres estar junto a mí hasta la eternidad?”
Me entregó una flor robada del jardín y, con los ojos llenos de lágrimas, le di el sí. Cerramos el momento con un beso eterno, como de poema.