Nos conocimos en el colegio y fuimos pololos en la enseñanza media. Cuatro años juntos y luego la vida nos separó. Pasaron siete años hasta que nos reencontramos.
Cuando volvió a mi vida, yo vivía sola con mi hija. Me propuso que viviéramos juntos, pero le dejé claro que esta vez debía ser diferente: “Si vivimos juntos, será como Dios manda. Nos casamos y formamos la familia que dejamos pendiente hace siete años”.
Una semana después, me invitó a almorzar y luego dijo que tenía una sorpresa. Me llevó a una joyería a elegir las argollas. Nunca pronunció las palabras “¿Quieres casarte conmigo?”, pero con ese gesto lo dijo todo.
Hoy esperamos nuestro matrimonio… y también a nuestro primer hijo.
Silvia Larenas