Los dos metales pertenecen a la categoría de metales nobles pero uno de ellos resulta de la aleación de oro con otros metales y el segundo —el platino— es un metal noble puro.
La aleación es algo común a todas las presentaciones de oro de 18kt (incluyendo el oro amarillo).
En el caso del oro blanco encontramos una proporción del 75-80% de oro en combinación con otros metales nobles de coloración clara (como plata o paladio).
El brillo intenso que adquieren las joyas trabajadas con oro blanco proviene del baño de rodio que se aplica como procedimiento de terminación.
El platino es un metal más raro que el oro, por lo que su precio también es más elevado. Resulta mucho más duro que el oro, por lo que el tiempo de preparación que podemos encontrar entre los anillos y joyas fabricados en uno u otro material de cada pieza siempre es más alto. Estos dos factores explican las diferencias de precio.
El nivel de pureza de las piezas de platino suele ubicarse alrededor del 95% de este material. Por su color blanco natural las joyas de platino no requieren de un tratamiento adicional con rodio, aunque en algunos casos se lo aplica para realzar más el brillo final.
Otra de las características del platino es que resulta más pesado que el oro blanco (por lo que las joyas fabricadas en este material tendrán un peso levemente más alto).
Al comparar las joyas realizadas en oro blanco o en platino veremos que las primeras son más económicas. El aspecto y la terminación de los anillos de oro blanco, por ejemplo, son muy similares al de las piezas de platino. Ambos materiales son de extraordinaria nobleza, se conservan muy bien en el tiempo y tienen una belleza cautivante.
Tanto si decides entre uno y otro material por el precio o por el aspecto visual, en ningún caso tendrás de qué arrepentirte.