Tengo que admitir que Verónica Hecht Joyas jugó un papel crucial en guiar a mi novio para crear mi hermoso anillo de compromiso. Todo comenzó cuando viajé desde Concepción a Santiago, sin saber que me esperaba mucho más que un simple concierto de los Backstreet Boys. Desde ese momento, mi novio empezó a actuar de manera extraña: distraído, frío, e incluso rechazando encuentros con amigos sin mucha explicación.
Llegué un poco desanimada a una reunión con mis amigos del colegio, convencida de que mi novio estaba buscando excusas para no acompañarme. Llamé a una amiga y me fui, sin sospechar que todo era parte de un plan mucho más grande: una propuesta de matrimonio que cambiaría mi vida para siempre. Supe después que mientras yo pensaba que él se alejaba, en realidad estaba trabajando en un gigantesco lienzo que tenía un mensaje destinado a mí.
El fin de semana que habíamos planeado estaba lleno de actividades para despedir el verano: Fantasilandia, buceo y una noche romántica en Viña del Mar. Aunque al principio no entendía por qué tantas sorpresas, me dejé convencer.
El sábado en la noche, mi novio salió a ver a sus primos y regresó apenas una hora antes de nuestro viaje de buceo, con un aspecto que me hizo querer colgarlo—parecía un borracho trasnochado y se quejaba de malestar todo el camino.
No tenía idea de que sus “síntomas” eran en realidad nervios por lo que estaba a punto de hacer. De manera estratégica, mi novio se había coordinado con mi hermano, cuñada y primo para que se unieran disimuladamente a nuestro paseo desde Santiago a Zapallar.
Cada uno tenía un rol específico: mi primo filmaría todo, incluso bajo el agua; mi hermano y cuñada se encargarían de la logística. Nadie dejó escapar ni una pista de lo que estaba por ocurrir.
Una vez en Zapallar, un hermoso día de sol nos acompañó mientras me preparaba para mi primera experiencia de buceo. Con gran dificultad me vestí, y las instrucciones se extendieron más de lo necesario, pero la cordialidad del equipo me hizo pensar que simplemente estaba en un buen día. No sospechaba nada, mientras todos conocían el plan.
Finalmente, llegó el momento. Subí a la lancha que nos llevaría mar adentro, y al entrar al agua con un “estilo” propio, olvidé todas las instrucciones: Splash!!! La historia comenzaba. Jorge solo deseaba que todo saliera bien, pues si no lograba sumergirme, su plan se arruinaría. Había contactado al equipo de buceo con anticipación, y ellos colaboraron con entusiasmo, asegurándonos exclusividad en el viaje.
Mientras explorábamos el mundo submarino, los dos instructores me sentaron en una roca, y de repente vi a mi novio acercarse con una pizarra en la mano. “¿TE PUEDO HACER UNA PREGUNTA?”, decía. Sorprendida, intenté responder con mi mejor “sub-manuscrito”: “¿QUE COYE? DIME…”. Él tomó la pizarra y escribió: “¿TE QUIERES CASAR CONMIGO VAW?”.
En ese instante, a 14 metros de profundidad y tratando de controlar mi consumo de oxígeno, pensé: “No se lo puedo hacer tan fácil”, así que repliqué: “MMM… LO VOY A PENSAR… SI!!!”.
Nos abrazamos y compartimos el beso más torpe y adorable, chocando las boquillas del equipo de buceo. Entre la emoción y la hiperventilación, tuve que subir sin poder creer lo que acababa de pasar. Pero las sorpresas no terminaron ahí. Al llegar a la costa, me esperaba un gigantesco lienzo que decía: “VERITO, ¿WILL YOU MARRY ME? QUIERO ESTAR X SIEMPRE CONTIGO”.
Lloré, reí, y saludé a un centenar de personas en el restaurante y caleta de Zapallar.
Finalmente, bajé, me quité el equipo y lo abracé. Fue entonces cuando se arrodilló en tierra firme y me entregó el anillo más hermoso que jamás había visto. Y, claro, volví a llorar y reír. CONTINUARÁ…
¡Hoy nos preparamos para nuestra boda!