Era mi cumpleaños, y nadie me había saludado excepto mi novio. Él propuso que saliéramos a comer, pero primero insistió en pasar a ver a mis abuelos, que querían saludarme. Me molesté, sin entender por qué yo debía moverme para recibir saludos.
Aún así, fuimos. Al llegar, me llevé una sorpresa: toda mi familia estaba reunida, incluso mis padres, que se conectaron desde Israel. Después de los abrazos, mi novio reprodujo un video hermoso que había preparado con recuerdos de toda mi vida. Sin embargo, el video se cortó inesperadamente, dejando a todos confundidos.
Fue entonces cuando, frente a nuestras familias, él se arrodilló con una flor en las manos. No pude contener las lágrimas al descubrir que dentro de la flor había un anillo de compromiso simplemente maravilloso. Fue un momento mágico y único. Ese mismo día, con todos como testigos, pusimos fecha para nuestro matrimonio.
Elizabeth Gayan